Una obra de arte público será emplazada en el Vivero Forestal que dio origen a la ciudad balnearia, por iniciativa de Fundación arteba.Se dirimirá entre Nicanor Aráoz, Denise Groesman y Julieta García Vazquez, Donjo León, Amalia Pica y Julián Terán.El ganador recibirá el equivalente a quince mil dólares y verá su obra inaugurada el próximo verano.
Cinco artistas aspiran al Premio Pinamar #2254, que seleccionará una obra de arte público que será emplazada en el Vivero Forestal que dio origen a la ciudad balnearia. Se trata de Nicanor Aráoz, Denise Groesman y Julieta García Vazquez, Donjo León, Amalia Pica y Julián Terán cuyos proyectos serán analizados por el jurado del certamen.
El premio tiene como objetivo principal propiciar campos de exploración que fomenten el vínculo entre el arte contemporáneo, la naturaleza y el urbanismo”, explican los organizadores del concurso, que es una iniciativa de Fundación arteba y Pinamar S.A y el acompañamiento curatorial de Solana Molina Viamonte. Cada uno de las cinco propuestas finalistas recibirá un monto en pesos equivalente a mil dólares para trabajar en la viabilidad de su desarrollo.
Los trabajos fueron seleccionados por un jurado compuesto por el artista Eduardo Basualdo, la curadora y crítica de arte Florencia Batitti, el arquitecto y urbanista Martín Bodas y la artista y docente Mónica Girón, además de Enrique Shaw, director ejecutivo de Pinamar S.A.
Al finalizar esta etapa, se seleccionará un único proyecto ganador cuyo autor recibirá quince mil dólares y verá su obra inaugurada en el verano de 2025.
Recuerdos en un circuito
“Mi obra se basa en la cultura material de muchas ciudades balnearias”, dice a Clarín Cultura la artista Amalia Pica, autora de “Souvenirs”. Nacida en la Patagonia argentina y formada en Buenos Aires y en Ámsterdam, Pica vive y trabaja en Londres.
Sus instalaciones, esculturas y proyecciones plantean cuestiones en torno al lenguaje, la comunicación y la participación comunitaria, siempre puestas al servicio de la protesta social. Pica expuso su trabajo en muestras individuales en el Museum of Contemporary Art de Chicago, el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo de México D. F., el Van Abbemuseum de Eindhoven y el Centro de Arte Andaluz Contemporáneo, entre otros.
También participó en muestras de referencia como la Bienal de Venecia (2011 y 2015) y la Bienal de Shanghái (2018). Su obra forma parte de colecciones como la del Guggenheim Museum de Nueva York, Tate de Londres, el Stedelijk Museum de Ámsterdam, la Fundação Serralves de Oporto y el MACBA de Barcelona.
“Mi propuesta se basa en utilizar esa artesanía popular y tratar de hacer esculturas de arte con eso y pasarlas a bronce. Tenía ganas de hacer una búsqueda del tesoro donde, por un lado, uno va recorriendo el vivero y, por el otro, que también sea una excusa para ir mirando la ciudad mientras se busca”, amplía.
Sus piezas serán elaboradas con un proceso de fundición en bronce e instaladas en distintos lugares del vivero, el bosque, y probablemente llegarán a la ciudad generando un recorrido. Así, “Souvenirs” utiliza esta tradición de figuración sencilla y explora los límites entre figuración y abstracción y su relación con el animismo y el humor.
Un tronco de pino
Donjo León nació en Buenos Aires en 1982 y estudió pintura con Alfredo Londaibere en el Centro Cultural Rojas y con Mariana López. Fue seleccionado para el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y recibió la mención del jurado del Premio Currículum 0 realizado por la galería Ruth Benzacar y del jurado del Premio Braque. Realizó exposiciones individuales en la Galería Cecilia Caballero y en Pasto Galería, así como participó en las ferias arteBA, ArtBO y ChACO.
“Camino para pinos” tiene como objetivo evidenciar los distintos estados, caminos y usos que puede tener el pino. Tanto en su estado natural como en su uso como material de construcción.
Consiste en un ambiente o invernadero que contiene y exhibe un tronco de pino. Es una estructura transitable y constituye a su vez un mirador sobre el vivero. La arquitectura es un sendero curvo, que se enrosca como un caracol y crece como una ola.
“En su parte superior tiene reminiscencias de la popa de un barco que mira al mar, como si estuviera adentrándose en la tierra. Bajo el sendero, en el invernadero semi hermético, se emplaza un tronco de pino expuesto a condiciones de mucha humedad con el fin de crear un ambiente donde proliferan diferentes tipos de hongos; setas; musgos e insectos que lo descomponen”, explica en la presentación de su proyecto.
Y concluye: “Así como el vivero reproduce los pinos, este ambiente muestra otro aspecto del ciclo de vida del pino. Exhibiendo su proceso de desintegración y transmutación para alimentar un nuevo ecosistema y regresar a la tierra”.
Estrellas sembradas en las dunas
Julián Terán está un poco engripado cuando responde a Clarín Cultura, pero eso no apaga ni un poco su entusiasmo. “Este premio da la posibilidad a los artistas de pensar obras en gran escala, en formatos grandes. Es un desafío hacer algo así y contar con el apoyo para hacerlo, nada de esto es tan común”, reconoce.
Otro aspecto de Premio Pinamar #2254 que le interesó a este artista, que creció en un pueblo chico en la provincia de Buenos Aires y conoce esa conexión con la tierra y con las tradiciones culturales del interior argentino a tal punto que atraviesan toda su obra, “es que la escultura va a estar emplazada en un espacio al aire libre. Eso también representa un desafío interesante”, aclara.
En su trabajo, Terán se interesa por las cartografías, los mapas topológicos, astronómicos, la manera en que se estructuran constelaciones para estudiar el cielo. También los procesos de traducción, tanto de lo espacial a lo visual, así como entre distintos lenguajes artísticos (Terán crea dibujos, compone música y escribe) y entre distintos idiomas es una preocupación constante de este artista.
“Con respecto a mi obra –continúa–, hay dos aspectos que se conjugan. Por un lado, en torno a lo material, tiene que ver con tomar elementos que son parte del paisaje de La Pampa, del paisaje natural y hasta humano, y como ese paisaje ha ido reconvirtiéndose con el tiempo. En este caso puntual, son discos de arado que están llevados a una escala monumental, como si hablaran de un pasado ciclópeo”, describe.
Esos discos están dispuestos como si hubiesen sido parte de una labor del suelo “como dando cuenta de algún pasado fantasioso y de una labor casi suprahumana que llevó a cabo esa tarea de intentar domar los médanos”, agrega. Además, las caras de esas piezas tienen grabados mapas de las estrellas que se posan sobre Pinamar, que se corresponden con distintos momentos del año. “Un eco de cómo han sido los rituales de siembra históricamente, siempre muy vinculados a la observación del cielo”, puntualiza.
Una escalera para narrar
“Esta propuesta se infiltra en el bosque de pinos para contar otra historia”, explican las artistas Denise Groesman y Julieta García Vazquez a propósito de “Cosmotronco”, su proyecto. Y siguen: “Una historia narrada desde las voces de la comunidad de plantas, insectos y hongos que habitaron estas dunas, médanos y humedales mucho antes de que ellos llegaran”.
Denise Groesman nació en 1989 fue becaria del Laboratorio de acción, del Teatro San Martín, participó del Programa de Artistas en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y del programa para artistas del Centro Cultural Haroldo Conti con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes. “La idea fue la de generar una caverna en donde se atesore la historia de los más vulnerados y de los perdidos –dice ahora a Clarín Cultura–. Estuvimos ahí haciendo una investigación y pensando cómo era el paisaje de la playa, antes de que llegaran los pinos. La obra es una puerta para narrar esa historia, esa transformación del paisaje”.
Por eso, al momento de plantear la construcción de la escultura, ambas pensaron en una reorganización de los materiales locales: “Aprisionar arena de la playa con estos bolsones que se utilizan para realizar construcciones muy firmes, muy estables. Con ellos construimos este búnker que aloje la historia. La escultura propone un viaje en ascenso en su interior a través de una columna vertebral que tiene un tótem adentro con la forma de una escalera caracol. Y a medida que uno va recorriendo este ascenso de seis metros atraviesa distintas etapas de la historia”, describe.
Julieta García Vazquez es la otra mitad de “Cosmotronco”. Su práctica gira en torno a la creación de narrativas colectivas basadas en el estudio de diferentes modelos de colaboración. Es integrante fundadora del colectivo de artistas Rosa Chancho (junto con Osías Yanov, Javier Villa y Mumi) y entre sus proyectos más destacados se encuentran “La Unión de Poetas y Panaderos” en el Palais de Tokyo, 2018; “La Sociedad de Imágenes Secretas” junto a Javier Villa para la Bienal de Lyon, 2019; “Museo Ocasional de un Paisaje Incre”íble junto a Ana Vogelfang, para Bienalsur de 2021 y “Yo es Otro” comisionado por el Van Abbemuseum, entre el 2011 y 2016.
Ahora, dice a Clarín Cultura: “Estamos trabajando juntas en un proyecto colectivo y este concurso nos estimula muchísimo a pensar una obra que vaya a convivir con un bosque y que vaya a formar parte un poco de la historia biocultural del lugar. También por eso, que la obra abra y trate de reponer cierta historia que no suele estar tan visible o tan en la superficie”.
Ambas artistas se vieron seducidas por la posibilidad de que su trabajo dialogue “con un público completamente inesperado y muchísimo más amplio y que eso pase a formar parte de la ciudad misma”, apunta García Vazquez.
Preguntas por el futuro
“Octava alucinación de primavera”, de Nicanor Aráoz es una escultura en bronce con pátina de color. “En los últimos años Araóz ha llevado a cabo una serie de investigaciones conceptuales y materiales que lo impulsaron al desarrollo de un cuerpo de trabajo que se encuentra en la intersección entre la organicidad potencial de los artefactos creados por el hombre y lo subversivo en la naturaleza”, explica el resumen de su presentación.
“La idea de avanzar en este análisis del cosmos específico que ocurre en el encuentro entre naturaleza y tecnología en este nuevo vivero, en donde la naturaleza se antepone como entorno y resignifica esta larga investigación, implica una enorme oportunidad. Gran parte de mi investigación reciente es una elaboración de posibles respuestas a la pregunta ¿qué viene después del fin de todo? Y ¿qué vendrá después de nosotros seres humanos, emisores de gases, creadores de plantas nucleares, inventores y promotores del caos?”, completa el autor en su presentación.