lunes, noviembre 25

Martín Yeza: “El PRO tiene que aprender mucho más de Globant que del peronismo o del radicalismo”

Yeza detalla cómo bajar la inflación a un dígito anual, opina sobre la posible fusión entre LLA, el PRO y un sector del radicalismo y, además, responde si Macri va a volver a presentarse como candidato a Presidente.

“Falló la élite. Falló la cúpula”, dice Martín Yeza, diputado nacional del PRO, al explicar la derrota electoral de Juntos por el Cambio en 2023 en la provincia de Buenos Aires. En esta charla, Yeza expresa su entusiasmo absoluto por Silicon Valley: “Si pudiera pedirles que nos den entre plata y su cultura, a mí dame su cultura y en cuatro años somos potencia”. 

Yeza es probablemente el diputado nacional más californiano de la cámara y, aparte de hablar sobre el espíritu que se respira en Palo Alto, conversa con El Economista sobre los errores de Juntos por el Cambio: “Fue un error la deshonestidad, porque ni Horacio ni Patricia estuvieron juntos”; detalla cómo bajar la inflación a un dígito anual y, al mismo tiempo, reducir la pobreza, y opina sobre la posible fusión entre La Libertad Avanza, el PRO y un sector del radicalismo. 

También habla sobre los inversores y entiende que “nuestro país, por autoestima, no puede tener empresarios que inviertan más en Paraguay que en el propio país”. Sobre el Régimen de incentivos para grandes inversores, dice: “Nuestro talento no está en Argentina. Si con el RIGI de la ley Bases logramos que los argentinos inviertan en Argentina, ya es un montón”. Además, responde si Macri va a volver a presentarse como candidato a Presidente.

Son las 7:50 de la mañana de un día de semana en Pinamar. Con el bosque, calles de arena y un cielo despejado de fondo, el diputado nacional Martín Yeza recibe a El Economista en un café a pocos metros del mar. “Es mejor café mediante que por Google Meets”, asegura. 

En el rato largo que hablamos, Yeza dice: “Mis viejos, que son porteños, por la hiperinflación de Alfonsín y por la crisis económica dejaron la facultad, se pusieron a laburar y se mudaron a Pinamar a probar otro estilo de vida. Yo nací en la Ciudad de Buenos Aires porque en Pinamar no había hospital en ese momento, pero a la semana vinimos a vivir a Pinamar”.

Yeza fue ocho años intendente de Pinamar, del 2015 al 2023: “Asumí con veintinueve años en 2015. El último intendente que había terminado su mandato fue en 2007. Después pasaron cinco intendentes que en ocho años no terminaron su mandato”, explica. 

Yeza estudió abogacía en la UBA, pero no terminó; después estudió Geopolítica en la Universidad Maimónides y solo le queda por entregar la tesis. También hizo una diplomatura en Administración Pública en la Universidad de San Andrés, un curso de “Liderazgo en tiempos de crisis” en Harvard y otro curso sobre inteligencia artificial en Stanford.

—¿Cómo fueron tus primeros seis meses como diputado nacional? ¿Cuáles son tus primeras impresiones del Congreso? 

—El Congreso nunca está orientado a resultados y, por eso, a veces bordea el loquero. La izquierda habla de represión, otros de achicar el Estado, de los comedores, y no podés trabajar ningún tema en concreto. Para quienes creemos en el valor de la democracia liberal, hay algo que está en juego, que está en crisis, y ahora que volví de Washington DC lo vi más todavía: en aras de proteger y cuidar la democracia, también nos volvimos conservadores del statu quo y no nos enfrentamos a la obviedad más evidente de todas, que es que es una tecnología de representación que no se modifica, en el caso nuestro, desde 1853. Hubo modificaciones muy sutiles: el jefe de gabinete, equiparar la Constitución a los tratados internacionales, sumar algunos senadores, pero la tecnología es la misma. De hecho, no diría de eliminar algo, sino de crear nuevas instituciones que sean más ágiles para temas específicos para descomprimir un poco el Congreso.

El Congreso hoy tiene demasiadas funciones, demasiados temas. Quizá no tendrían que ser del Ejecutivo, pero tendríamos que crear una nueva institución democrática, para que oscile entre la deliberación cuidada, resguardando la democracia y la pluralidad de voces, pero que también tenga algún nivel de orden ejecutivo: que esté orientado a resultados. Cualquiera te descontextualiza esta frase y te dice, ‘vos estás reivindicando la dictadura’. No, de ninguna manera. Lo que estoy diciendo es que la democracia liberal necesita una actualización de software.

—¿Hubo alguna actualización en alguna parte del mundo?

—Mirá Bukele en El Salvador. Sos consciente de que hay un montón de gente que se hizo fan de Bukele, ¿no? Es un fenómeno. Contra lo que vos estudiaste en la facultad, ¿te parece que es el líder de la democracia liberal? Claramente no. Pero hay algo en el orden de lo ejecutivo que funciona. El Salvador tiene seis millones de personas y es un Estado burocrático, una organización compleja. Pensemos lo mejor sobre Nayib Bukele. ¿Puede depender de una persona un sistema? No. Los sistemas sólidos en el mundo son los que logran sobrevivir a la persona que los funda. Y lo más óptimo sería que no solamente se sustente en el tiempo, sino que además mejore con el tiempo. Uno de los principios de la ciencia establece que “to know is to compare”. Para saber hay que comparar.

La semana pasada estuve en Washington D.C. y hace 60 días estuve en Silicon Valley, en Stanford, que va a contracorriente del mundo que nos enseñaron en la secundaria: es otro mundo. Si California fuera una economía, sería la quinta del mundo. El Estado argentino no puede no tener una oficina en donde tenés la mayor concentración de talento humano y de recursos económicos que tenga un Estado en el mundo. Estas son las cosas que vale la pena repensar. Vas a la escuela de diplomacia y estudiás Relaciones Internacionales y eso no está. Y no está mal. La academia va a otras velocidades. Pero si vos sos una persona que tiene que estar orientada a resultados, a vos lo que te importan, además de las ideas, son los hechos.

—¿Con qué te encontraste en California?

—Estuve en Palo Alto (lo que podríamos definir físicamente como Silicon Valley) y San Francisco. El primer día me llamaron mucho la atención los vehículos no tripulados, los vehículos autónomos. Cuatro de cinco autos son eléctricos y de los cuatro, uno es no tripulado. Pero el tercer día te acostumbrás, el ojo se acostumbra. Al final, cuando me fui, lo que más me shockeó fue la cultura. ¿Qué es lo que lleva a tanta gente a ir hasta allá? El 90% de la demografía de ahí es de cualquier otro lugar. Es una ciudad cosmopolita. Me fui con la idea de que es como una Atenas moderna. Y después me leí un libro que se llama “The Code: Silicon Valley and the Remaking of America”, que es de Margaret O’Mara, que se dedica a estudiar el fenómeno urbano de Silicon Valley. Tiene un capítulo entero que dice que Silicon Valley es la Olimpia moderna. Porque a las Olimpiadas antiguas de la Grecia antigua iban deportistas del mundo antiguo a competir en las distintas disciplinas deportivas. Hoy entiendo que la analogía más exacta no es Atenas, es Olimpia. Los mejores competidores de la época que quieren cambiar el mundo están ahí. Y esa cultura se respira. En el medio tenés humo, falopa, cosas menos importantes, pero lo importante es que está la gente que de verdad está cambiando el mundo: Sam Altman, CEO de OpenAI; Mark Zuckerberg de Meta; Elon Musk de Tesla, tienen sus casas matrices ahí. Está la mayor concentración de talento del mundo.

—¿Qué fue lo que más te impresionó de lo que estudiaste en Stanford?

—Fui a hacer un curso sobre inteligencia artificial. Desde geopolítica, pasando por la medicina, hasta las regulaciones y cómo puede evolucionar históricamente. El curso lo cerró Francis Fukuyama y el historiador Neil Ferguson dio una clase también. En el medio, me armé agendas paralelas al programa oficial; contacté a algunos argentinos que viven allá y armamos un grupo. Ellos están una parte estudiando en Stanford, otros haciendo sus startups, otros trabajando en Google, OpenAI, etc. Y yo, del que soy particularmente amigo, es un chico que se llama Lisandro Acuña. Tiene 21 años y, a los quince, ganó la Olimpíada Mundial de Matemáticas. Hizo su startup con dieciséis y, a los dieciocho, ganó una beca completa para ir a estudiar a Stanford, Computer Science e Ingeniería Informática. 

Dos cosas son las que más me impresionaron. Lo primero, ahí en Stanford y en Silicon Valley en general, se respira algo que si hablás con la gente lo notás, que es que todos piensan que pueden tener una idea que cambie el mundo. Incluso todos los profesores te enseñan que la fe americana, el sueño americano es que si nosotros nos dedicamos a esforzarnos lo suficiente por nuestros sueños, ahí está el progreso. Eso te lo dice Condoleezza Rice [diplomática y politóloga estadounidense, actual directora del think tank “Hoover” de la Universidad de Stanford]. También el decano de Medicina te dice que están buscando la cura contra el cáncer, y tiene la fe que si sigue investigando no solamente va a encontrar la cura contra el cáncer, sino que va a lograr democratizar esa cura. Esa idea no me entró en el parámetro izquierda-derecha. Alguien puede pensar que ahí tiene que estar el Estado para proveer la vacuna, pero el profesor de Stanford, que además parecía todo lo progre que puede ser un estadounidense, te dice: “No, no, no. No metas al Estado porque me vas a apagar la ambición de mis científicos. De los últimos quince años, en la escuela de Stanford de Medicina tuvimos siete de los últimos quince premios Nobel de Medicina”. Su facultad, no su universidad. Por eso, lo que te choca el primer día son los autos autónomos y al final te das cuenta de la importancia de la cultura, de la visión. Si pudiera robarles una propiedad intelectual sería la cultura. Si pudiera pedirles que nos den entre plata y su cultura, a mí dame su cultura y en cuatro años somos potencia.

—¿Qué es lo mejor de esa cultura?

—Soy de las personas que creen que todos nacemos dotados de la misma inteligencia, talento y creatividad. Lo que dispara ese talento y esa creatividad son los entornos. Es la cultura, es el liderazgo. Todos nacemos con la misma inteligencia. Después hay uno que descubre la teoría de la relatividad. Lo extraordinario de esas culturas es que logran que las personas normales, que quieren llevar adelante sus ideas sobre las que pensaron lo suficiente, lo puedan hacer. Eso es extraordinario. Además, en Argentina, donde sentimos que somos una sociedad condenada al fracaso lento y permanente, a un lento deterioro, es importante poder mostrar que gente razonablemente normal, en entornos adecuados, le puede ir bien.

—¿Hay lugar para el conurbano bonaerense en ese modelo económico de Silicon Valley?

—Vos tendrás algún amigo o amiga que labura de nómada digital, ¿no? O sea, que puede laburar en cualquier lugar. Si podés trabajar en cualquier lugar, ¿por qué irías a un lugar en concreto? Silicon Valley nace a mediados de la década de 1980 porque la industria era chica, y el recurso humano era finito. Internet no era lo que es ahora, donde con un celular podés tener una plataforma de streaming, de transmisión de contenidos audiovisuales. Eso en el año ’92 era impensable. Entonces, era lógico que la industria se concentrara y de alguna manera replicara el paradigma de la sociedad industrial. Hoy, replicar un Silicon Valley es difícil porque hoy lo que permite el paradigma de Internet es la descentralización.

Sobre el conurbano creo específicamente que lo que tenemos que crear es el área metropolitana de Buenos Aires, como pasa en todos los países federales. Todos los países federales comparables a la Argentina tienen un conurbano, un área metropolitana, como París, Montreal en Canadá, o en Australia alrededor de Sydney. No tiene ningún sentido que no exista un lugar burocrático estatal en donde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el área metropolitana de Buenos Aires, que comparten recursos humanos, transporte público, servicios públicos, no tengan una mesa de trabajo. El problema del conurbano no es que no tiene un Silicon Valley. El problema del área metropolitana de Buenos Aires es que no existe jurídicamente. Es una abstracción mediática. Todos los políticos saben que existe, pero todos miran para el costado. Y la única manera de cambiar seriamente la Argentina es cambiando la provincia de Buenos Aires, particularmente reimaginando su área metropolitana. Alguien puede pensar qué le importa Buenos Aires a un cordobés, y le tiene que importar porque se va mucha plata en subsidios cruzados, mucha plata del Estado Nacional. Toda esa presión tributaria, toda esa burocracia que vos padecés como cordobés tiene que ver con que el área metropolitana de Buenos Aires no está lo suficientemente bien diseñada ni pensada. Los recursos no son eficaces. Por eso hay que hacer una reimaginación jurídica.

—¿Qué hicieron Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta cuando gobernaron?

—Se hizo un gabinete metropolitano, eso estuvo buenísimo. ¿Cuál fue nuestro pecado? Creer que por lo bueno se iba a suceder con alternancia democrática y partidaria. Habría que haberlo institucionalizado. Digo esto con el diario del lunes. Las sociedades que más logran avanzar son las que, cuando encuentran algo valioso, lo institucionalizan y lo mejoran anualmente.

—¿Qué pasó en 2023 que no pudieron ganar en la provincia de Buenos Aires?

—La suma de varios males. Falta de talento. Incapacidad para representar lo que le estaba pasando a la sociedad. Y una mala lectura de 2021. Siempre pasa cuando sos oposición. Yo tuve la maldición de ganar todas las elecciones en las que me presenté, entonces hay cosas que no pude aprender. Pero me imagino que para alguien que es opositor, ganás por mérito propio o por demérito del otro. Con el diario del lunes podemos afirmar mucho más fácilmente que en 2021 ganamos por demérito de los otros. Una mala administración de la cuarentena por parte de Alberto Fernández y de Axel Kicillof. Un boom de la inseguridad que estaba padeciendo el conurbano bonaerense específicamente ese año en 2021. Y no porque esos problemas hubieran desaparecido hacia 2023, pero cuando se trata de gobernar no se trata de explicar cuán malo es el otro, sino por qué vos sos mejor. Nuestro espacio tuvo una incapacidad para demostrar que éramos mejores.

La derrota a nivel nacional no se ve en los distritos. Hay provincias en donde Juntos por el Cambio, en su peor elección nacional, tiene más gobernadores e intendentes que hace diez años. Falló la élite. Falló la cúpula y por eso hoy cruje esa élite. En 2023 le dijimos a la gente que vinieran a participar en una interna, una elección en donde los dos candidatos a presidente se tiraban con todo. ¿Fue un error la interna? Fue un error la deshonestidad, porque ni Horacio ni Patricia estuvieron juntos. Se dieron duro. ¿Cuánto tardamos en que Horacio y Patricia se juntaran? ¿Y esto es el cambio? Un ciudadano puede pensar: ‘Me dicen que están juntos para cambiar las cosas y mejorarme la vida y lo único que veo es que se pelean personalmente. Todavía no escuché una idea’. 

Los que somos liberales creemos que la gente es inteligente, porque yo confirmé con la administración de la pandemia que los populistas creen que la gente es tonta. Como la gente es tonta, hay que jugarles con el miedo. Pero si sos liberal, como yo, creés que la gente es inteligente y a la gente inteligente lo que hay que proveerle es información, porque lo que funciona para los liberales es el par información-inteligencia; tenés que apelar a que tu propuesta sea la mejor porque la pensaste lo suficiente, constituíste un equipo y lo narraste, contaste esas ideas y con quiénes las querés llevar adelante. A mí me funcionó en Pinamar. Eso no estuvo en ningún candidato a presidente en las elecciones de 2023. Llevamos a la gente a una elección traumática en donde tenían que elegir entre el cuco del kirchnerismo y una propuesta nueva sin antecedentes de gestionar lo público, como fue la de Javier Milei, y esa culpa fue nuestra. Esto les duele a nuestros electores y a los que no han sido nuestros electores más fieles, pero que siempre nos miraban con cariño. Eso es una falla.

Los que somos liberales creemos que la gente es inteligente. Con la administración de la pandemia, confirmé que los populistas creen que la gente es tonta.

—Vi que compartiste una nota que escribió la diputada nacional Daiana Molero en la que escribe: “La gente demanda cambio y que mejore su vida. Nadie te para en la calle a pedirte que el PRO se vaya a hacer un retiro espiritual para redefinir su identidad y filosofar sobre el futuro”. ¿Hoy cuál es la identidad del PRO?

—El PRO está en crisis desde hace mucho tiempo. Creo que tiene la materia prima para encontrar su mejor versión. Me gustaría. Yo soy de los que creen que todos nacemos y estamos dotados del mismo talento. Lo que te modifica son los entornos. Hasta acá tuvimos un entorno tóxico en donde no se logró la mejor versión de las personas que integran nuestra fuerza política. Y hoy tenemos el desafío de que, por un lado, tenemos que sanear esta situación de que mucha gente que cree en nosotros y creyó en nosotros se alejó o nos levantó la guardia, y al mismo tiempo necesitamos renovar nuestra visión de cara al futuro.

El PRO está en crisis desde hace mucho tiempo.

—Daiana también escribió en revista Seúl: “La meta no es ser un partido centenario, ni que décadas más adelante nietos y bisnietos puedan afiliarse al PRO y cantar los mismos himnos fundacionales que sus abuelos. La pregunta siempre fue una: ¿para qué? Para qué queremos ser. Para qué tiene que existir el PRO. El PRO nunca fue un fin en sí mismo, siempre fue un medio para transformar la Argentina en el país en el que queremos que nuestros hijos puedan y elijan vivir”. ¿Qué diferencia al PRO del radicalismo?

—La historia es algo que alguien no puede comprar. Y además, siempre la historia ajena te da la ventaja. La gente verdaderamente inteligente trata de aprender de los errores ajenos. Tiene que ver con la tendencia de Disney de que los malos no son tan malos. Hubo una causa que hizo que Cruella de Vil odiara a los dálmatas. Nadie es tan enteramente malo como para que no puedas aprender de ellos. ¿Cuánto puedo aprender el PRO en el Siglo XXI, año 2024, de los partidos políticos? Si me preguntás a mí, el PRO tiene que aprender mucho más de Globant que del peronismo o del radicalismo; el PRO tiene que mirar mucho más a OpenAI o Tesla que al partido demócrata o republicano. La política tiene que poder incorporar parte de la audacia y de la agilidad de esas empresas para reimaginar el Estado. ¿No hay nada que podamos incorporar de la lógica y de la cultura del paradigma de la inteligencia artificial para hacer que la democracia sea más eficaz? Por ejemplo, para la corrección de planos en obras particulares en los municipios, para las habilitaciones, para hacer una lectura global del sistema tributario, para destruir burocracias y regulaciones que se superponen o que son innecesariamente complejas y, por eso, requerir un régimen jurídico distinto. Somos todos nacidos y criados en un mundo analógico los que estamos en el Congreso y hoy tenemos que legislar sobre fenómenos como la inteligencia artificial, y es muy ridículo.

El PRO tiene que mirar mucho más a OpenAI o Tesla que al partido Demócrata o Republicano. 

—¿Qué rol tiene el Estado en Silicon Valley? ¿Qué rol tendría el Estado para un modelo así en Argentina? 

—Para mí fue espectacular, en Estados Unidos, subirme a los Uber y hablar con los que manejaban, porque me sentía en Pinamar. La gente puteaba porque mucha gente se fue a vivir a la ciudad, mucha gente de plata, de alto poder adquisitivo, y con eso se encareció el metro cuadrado y el alquiler, entonces hay menos alquiler. ¿Qué le pasó a la gente? Se tuvo que ir desplazando. La gentrificación. Esto pasa hoy en Pinamar. Tuvimos un crecimiento demográfico del 20%, y a la vez tu metro cuadrado se encareció. Por eso mucha gente vendió la propiedad porque pasó de valer US$ 40.000 a US$ 80.000. Se duplicó el metro cuadrado en dólares. No tenían para reponer con ese valor otra propiedad, pero a la misma vez logramos crear riqueza por el mero progreso de la ciudad.

Algunos empezaron a irse hacia Madariaga, entonces vos tenés un barrio privado acá en Madariaga que se llama “La Victoria“, que empezaron con lotes de entre US$ 20.000 y US$ 25.000, o en Costa Esmeralda, que hasta hace unos años tenía lotes entre US$ 8.000 y US$ 25.000. Muchos pinamarenses vendieron en Pinamar, se hicieron una nueva casa en un lote y se quedaron con plata. Eso pasó, y en Silicon Valley el rol del Estado es tranquilo, ni muy presente ni tampoco ausente. Los servicios funcionan como en todo Estados Unidos, no existe el derecho a la salud como en todo Estados Unidos, pero el pasto está bien cortado.

—¿Y vos qué pensás sobre el rol del Estado?

—El Estado que necesitamos hoy no existe; el Estado del siglo XXI de la democracia liberal necesita una actualización. No hay ningún lugar en el mundo donde funcione bien, excepto en lugares como en Finlandia que son 5 millones de habitantes, pero vas a la India que son 1.400 millones y no existe, y son unos genios y más científicos no pueden producir los indios, pero también tienen mucha pobreza. En Argentina, si el presidente logra inflación de un dígito anual y normalización del cepo cambiario, salida del cepo, también tenemos que lograr un replanteo institucional mucho más serio de qué nivel del Estado se tiene que encargar de qué cosa. Por ejemplo, la salud, ¿es una responsabilidad del Estado Nacional, de los estados provinciales o de cada municipio?

—¿Qué pensás?

—En primer lugar, en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, depende en qué municipio caigas, es provincial o municipal. Entonces, por ejemplo, tenés intendentes que dicen que tienen un superávit del 30% o del 40%. ¿Y tienen sistema de salud propio? No, es provincial. Un superávit del 40% significa que estás cobrando impuestos un 40% más caros. Al menos podrían cobrar menos impuestos, 30% menos y tener un superávit del 10 y no del 40. En Pinamar, por ejemplo, la salud es enteramente municipal. La reforma de 1994 provincializó la salud y la educación. En la provincia de Buenos Aires la inseguridad se municipalizó. La crisis de la policía bonaerense, la crisis de conducción, la inestabilidad institucional de la seguridad en la provincia de Buenos Aires municipalizó de facto la seguridad en los municipios.

Por lo tanto, en Argentina tenemos que, por un lado, reimaginar el Estado; volverlo ágil, implementar inteligencia artificial para muchos procesos burocráticos, para hacerlos más eficaces. A la vez, la Argentina tiene que pensar en cuáles deben ser las funciones del Estado federal. En Estados Unidos, el Estado federal tiene las funciones que tiene que tener. Brinda seguridad, la defensa exterior, relaciones internacionales. La administración de la macroeconomía, para tener una inflación de un dígito; si vos tenés una inflación de dos dígitos en un país como Estados Unidos, se considera académicamente hiperinflación. Un profesor de Economía decía: inflación de un dígito anual es algo que hay que atender. Inflación de dos dígitos: estás en un proceso hiperinflacionario. 10% es hiperinflación. Inflación de tres dígitos: eso es un sistema enfermo.

—¿Es posible bajar la inflación a un dígito anual y al mismo tiempo bajar la pobreza?

—Yo creo que sí. Eso fue algo que no pudo hacer Cambiemos. ¿Puede Milei liberar el cepo? Yo creo que puede. Justo estos días estuvo haciendo cambios en su gobierno. Probablemente tenga que ir cambiando a los jugadores hasta lograr cierta estabilidad. Lo puede lograr y la democracia en Argentina necesita que lo logre. Para que haya democracia, es decir, para que haya deliberación sobre qué queremos que haga el Estado. El Estado tiene que funcionar. Y con tres dígitos de inflación no funciona ni el Estado ni la sociedad. Y el paradigma de los últimos años fue que la sociedad no funcione para que sí funcione el Estado. Y eso es muy difícil. Y por eso, para que vuelva a funcionar la sociedad, el Estado tiene que dejar de funcionar en ciertos aspectos, en ciertas áreas. Y si no, no vamos a tener democracia. Si la sociedad no funciona y el Estado no funciona, no hay democracia. Estás ante las puertas de otra cosa. 

—¿En qué aspectos creés que el Estado debe dejar de funcionar?

—Tenemos que imaginarnos en qué queremos que se convierta el Estado argentino en el siglo XXI. Hacen falta una serie de reformas institucionales. En algún sentido constitucionales. Por ejemplo, uno de los proyectos en los que estoy trabajando está inspirado en el libro “Start-Up Nation: The Story of Israel’s Economic Miracle”. La Embajada de Israel tiene como regalo protocolar este libro. Y cuentan el caso de lo que empezaron a hacer a principios de los 2000 con el programa Yozma y Magnet. Con la Ley Yozma, con el proyecto Yozma, ellos lo que lograron fundamentalmente en Israel fue crear un fondo fiduciario que tuvo un fin: crear y alimentar startups. El Estado pone plata, pero es socio. Como si fuera Globant o Mercado Libre que invierten en hubs, pero que son dueñas de una parte. 

Las startups tenían que tener una serie de requisitos: Que se trate de una tecnología que sea difícil de replicar en menos de dos años. Ahora con inteligencia artificial nos cagaron los papeles, ¿no? Pero en ese momento estaba pensado así. Que sea difícil de repetir o replicar tu idea. Otro requisito para la nueva startup es que tiene que producir un elemento accesorio de un producto principal sin el cual ese producto no se puede realizar. Esto es un mecanismo de influencia geopolítica. Como Israel está con un conflicto geopolítico, el Estado incentiva tecnología avanzada, creativa, que no existe en ningún lugar del mundo que le sirva al Estado, y que le dé al Estado soft power, influencia geopolítica. Entiendo que en Argentina no tenemos el mismo conflicto geopolítico que Israel, pero sí tenemos alguna de la mejor materia prima del mundo en todas las ramas de la industria agroalimentaria, la más alta tecnología aplicada como pasa con Bioceres o DonMario Semillas, que desarrollaron semillas transgénicas para sobrevivir en condiciones no aptas. Estos ejemplos muestran que en Argentina podemos darle un valor agregado. Tenemos que tener un programa al estilo Yozma de Israel.

Y lo otro en lo que tiene una oportunidad Argentina, que es uno de los proyectos en los que estoy trabajando ahora también, además de “Start-Up Nation”, le diremos: “Capital Angel”. Hoy si te mandan dólares, retirás pesos en el banco. Eso es un problema para una startup. Por lo tanto, vos vas a Silicon Valley y hay argentinos por todos lados. Vas a Washington D.C., Nevada, Boston y al sur de New York y hay argentinos por todos lados. Nuestro talento no está en Argentina. Si con el Régimen de Incentivos para Grandes Inversores de la Ley Bases logramos que los argentinos inviertan en Argentina, ya es un montón. Si después vienen de otros países, mejor. Pero Argentina es un país en donde los propios argentinos no invierten en Argentina. Mirá Paraguay. Asunción hoy es un gran Puerto Madero. Vas a Uruguay, y en Punta del Este los uruguayos te dicen: ‘¿Ves todo esto? Esto es producto de la presión tributaria argentina’. Un empresario en Paraguay me dijo hace un mes, al lado del monumento al Libertador San Martín: ‘Vamos a hacer un monumento al pingüino. Gracias a la presión tributaria de los Kirchner hoy somos potencia mundial en exportación de soja’.

Si con el RIGI de la Ley Bases logramos que los argentinos inviertan en Argentina, ya es un montón. 

—En Paraguay la inmensa mayoría de la sociedad la pasa mal: no hay salud pública, no hay educación. Un conocido paraguayo tuvo un accidente pescando en Paraguay, y no tenían ni alcohol para poder desinfectar la herida. Tuvo que ir a la farmacia a comprar alcohol y lo suturaron sin anestesia porque no tenían anestesia. En Argentina eso no pasa. Si te estás muriendo, vas a un hospital y te atienden. De hecho, siguen viniendo miles de paraguayos a trabajar a Argentina porque saben que acá van a conseguir un mejor futuro para sus hijos. 

—Ese será un problema de Paraguay, pero tenés muchos empresarios argentinos invirtiendo en Paraguay. Después, ¿qué hace el Estado paraguayo con la sociedad? Es otro tema. Mi punto es que nuestro país por autoestima no puede tener empresarios que invierten más en Paraguay que en el propio país, en soja por ejemplo. O Uruguay que nos pasó en cabezas de vacas. Y la mayoría son empresarios argentinos los que invierten en Uruguay. Vos como líder de un país, de una provincia, no lo podés permitir. Por ejemplo, yo en Pinamar asumí en 2015 y había 2.000 comercios. En Gesell había 2.500. En 2023, Pinamar quedó con 3.000 comercios, Gesell pasó a 2.000. Cuando cerraba un comercio en Pinamar para mí era una derrota emocional e intelectual. Les preguntaba a los dueños del comercio que cerraba ‘¿Qué pasó? ¿Fue algo de la Muni?’ ‘No, no, por el contexto económico’, me contestaban. ‘Pero ¿te podemos ayudar en algo? Avisame’, les decía. Vos te ocupás, un líder se ocupa. Es una de las categorías en las que creo que también deberíamos poder medir a un presidente. La Argentina hace quince años no crece económicamente en su PIB. No crece en creación de pymes. Yo creo que a los presidentes una de las tantas categorías por las cuales los deberíamos medir es si se crearon más pymes o menos pymes durante su mandato, si se crearon más empresas o menos empresas que las que había cuando asumió en su mandato. 

De todos los países que me tocó conocer en los últimos años, desde la India hasta Estados Unidos, pasando por Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, España, Francia, Argentina es el único país que conocí en el que la gente talentosa, incluso aunque se esfuerce mucho, igual es probable que le vaya mal. Y en el resto de los países que yo conocí, a la mayoría que está dotada del suficiente talento y se esfuerza lo suficiente le va bien. Esto requiere un cambio de paradigma. Cuando estoy en el Congreso me doy cuenta que el actual paradigma para sacudirse necesitaba de un Milei que viniera a poner en tela de juicio todo para que los que quedamos en el medio nos diéramos cuenta que esos cambios no solamente los tenemos que pensar, sino que además los podemos decir. No hay que tener miedo. Eso es algo que creo que Milei le aportó a la democracia en Argentina. Ahora ves que de repente empezaron a surgir un montón de personas que tenían ideas y que las empiezan a contar. Siempre te decían que no, que a la gente no le podés decir eso porque es muy complicado, que no van a entender. Y tuviste un candidato a presidente que cuando le preguntaban por la democracia te contestaba con el teorema de Arrow y ganó. Eso sirvió para sacudir una parte de la cultura política y estoy convencido de que tenemos la posibilidad de hacer ese cambio de cultura y creo que además es necesario. 

—¿Vos ves a Macri volviendo a presentarse como candidato a Presidente?

—No, no lo veo. Lo veo mucho más concentrado en otras cosas. El PRO ya tiene una nueva camada de dirigentes, pero por la dinámica del partido hay una generación que no termina de ser generosa. A mí me pasa que fui el primero de mi generación en llegar a un lugar ejecutivo, entonces yo estoy acostumbrado a subirme a un ring y sé que tengo que noquear al campeón. Pero no debería ser tan difícil; yo me incluyo en esa misión que tiene Mauricio. Si a los de mi generación les toca pasar por la cantidad de obstáculos que tuve que pasar yo, no va a haber cambio, el sistema los va a expulsar y lo que se va a reproducir es la lógica de un paradigma anterior mientras el sistema político empeora progresivamente, que es lo que nos estuvo pasando en la Argentina los últimos diez, doce años. Por un lado, Mauricio está enfocado en crear condiciones para que esos nuevos liderazgos no se tengan que subir a un ring para noquear al campeón del mundo, y por el otro lado, sanear la oferta electoral en Argentina.

Si pudiera manejarlo con un joystick, sería saludable que en el mediano-largo plazo la Argentina pase de lo que tuvimos como un bi-coalicionismo en 2015 (a lo que ahora tenemos dividido en tres frentes), a que tengamos dos partidos políticos mucho más fuertes con un centro de ideas compartido, como lo lograron en Chile, como lo lograron en Uruguay, como lo logran en Paraguay y en Bolivia. Boric en Chile, inflación de un dígito, sí. La emisión monetaria genera inflación, sí. ¿Piñera, qué decía? Sí. ¿Kast, qué dice? Sí. La extrema izquierda y la extrema derecha están de acuerdo en que la emisión monetaria genera inflación, están de acuerdo en que la inflación tiene que estar por debajo del 5% para que la macroeconomía sea sana. En Argentina, si preguntamos ‘¿la emisión monetaria genera inflación?’, Axel Kicillof dice que no, que la emisión monetaria es un fenómeno multicausal. Mauricio Macri sí cree que la emisión monetaria genera inflación, Milei también, Rodrigo de Loredo también cree que la emisión monetaria genera inflación. Para que la democracia en Argentina sea sana y saludable, tiene que abandonar, como dice mi amiga Daiana Fernández Molero, el terraplanismo económico. Lo sano sería que lo que fue el populismo kirchnerista de dos décadas se configurara en una cosa como pasa en todo el mundo: que tenés un centro izquierda ideológico, con gente más a la izquierda y gente más al centro, y con un centro derecha del otro lado, pero que tengan acuerdos sobre cómo tiene que funcionar el sistema universitario, cómo tiene que funcionar la salud, cómo tiene que ser la seguridad, cómo tiene que ser la lucha contra el narcotráfico, cómo se tienen que sostener las variables macroeconómicas.

—¿Vos ves una fusión entre La Libertad Avanza y el PRO y, quizá, un sector del radicalismo?

—Hoy no, una fusión hoy no, pero sí creo que hay que crear algo nuevo. Si lo pudiera diseñar con un joystick, sí, sería con algunos radicales, sería con muchos del PRO, sería con algunos de La Libertad Avanza, pero con alguien que te dice que el matrimonio igualitario es patológico y es una aberración, no. Yo no tengo nada que ver con eso. Hay una idea que la decía Mauricio Macri en su momento: siempre la gente está obsesionada si el PRO era de izquierda o de derecha, porque no faltaba algún canchero en nuestro espacio que decía que en realidad el PRO era la izquierda en Argentina, porque la izquierda es transformadora y la derecha es conservadora. Y entonces Mauricio decía que el mundo ya no se divide entre izquierda y derecha, se divide entre los que se dan cuenta y los que no. Por eso yo te decía al principio, más que a los republicanos y a los demócratas, yo veo a Globant, veo a lo que están haciendo los laboratorios incorporando inteligencia artificial. Porque hay muy poco en la democracia en el mundo que esté trayendo parte de esa lógica y de esa dinámica a nuestro mundo. Antes el Estado configuraba paradigmas, hoy el Estado es lo que hace que el paradigma de la innovación vaya más lento, y eso también lo vi en Silicon Valley. Yo me crié en el paradigma de que si querés cambiar las cosas tenés que participar en política. Y cuando estás en Silicon Valley, es, ¿y por qué no te creás una startup?

Yo me crié en el paradigma de que si querés cambiar las cosas tenés que participar en política.

—¿Por qué decidiste renunciar al consejo del partido del PRO?

—El año pasado salimos terceros a nivel nacional en la provincia de Buenos Aires. El partido no pudo detener que, por ejemplo, a mí, Larreta me pusiera un candidato radical, con el que tengo una buena relación y todo, pero estamos de acuerdo en que es anormal que el candidato a presidente del PRO le ponga a un intendente del PRO otro candidato de otro partido a competir. Si lo contás en otro país no te creen. Esto también pasó con Patricia y el partido en lo provincial no los pudo detener a ninguno de los dos. Hubo distritos en donde tenías intendentes del PRO y Patricia u Horacio indistintamente les pusieron candidatos a competir.

Yo hace un año le mandé a cada uno de los líderes del PRO, a María Eugenia, a Patricia, a Horacio, a Mauricio. Con Mauricio lo hago mensualmente, lo que pienso. Lo mando por escrito en privado. No lo publico, no lo hago público. Es parte de la dinámica normal de organizaciones complejas. Durante cuatro años, me dediqué a escribir lo que pensaba y se los mandaba. Hay un documento que les mandé, ayer vi la fecha, 7 de enero de 2023. El título del memo era “Los líderes comen al final”. Les escribí que los líderes comen al final. No comen primero, no comen distinto, no comen mejor. Se dejan para el final. Por ejemplo, ¿vos tenés padres?

—Sí, tengo padres.

—Si fueran cuatro y hay comida para tres, ¿qué pensás que harían tus viejos?

—Uno se queda sin comer, o comen mitad y mitad de un plato.

—¿Qué haría un político en Argentina? Comer todo lo que quiera hasta que se sacie el hambre.

—¿Y un empresario?

—No, el empresario es una persona que sabe, es gente que sufre mucho. La Argentina es un país que es muy injusto con los empresarios y con la gente que hace, que intenta producir riqueza, que intenta producir trabajo. El principal problema de Argentina no es la crisis económica.

—¿Cuál es?

—Lo que aprendí en todos estos años es, por ejemplo, mirá el corralito. Acá en Argentina funcionó espantoso. Cavallo lo implementó y dijo que lo había implementado en Malasia. A Malasia le fue bien, le fue bárbaro porque la gente confiaba en sus representantes. Cuando la confianza está rota, vos podés tener el mejor plan que no va a funcionar. Y cuando hay confianza, tu plan puede no ser tan bueno y funcionar igual. El problema más grave de Argentina es la crisis de confianza. Vos podés traer a Stiglitz, al economista que quieras, de izquierda, de derecha, que si la sociedad no confía en lo que estás haciendo, no va a funcionar. Si todos están pensando en cuándo te van a picar el boleto, cuándo te la van a poner, cuándo te la van a dar, cuándo te van a voltear, cuándo te van a dar el brazo a torcer, ningún plan va a funcionar. Y si encima el líder come primero, come mejor y come distinto, no estás ante la persona que, por más que tenga el mejor equipo, que tenga un equipo de robots con inteligencia artificial, dotado de la mejor sabiduría, si la gente no confía en vos, no va a funcionar.

—¿Por qué hoy hay tensión entre Bullrich y Macri?

—Lo que pasó es que el anteaño pasado el presidente del partido era Jorge Macri, en lo provincial. Jorge renunció y asumió Daniela Reich, quien es la esposa de Diego Valenzuela [intendente del municipio de Tres de Febrero], y tuvimos muy malos resultados nosotros en la provincia de Buenos Aires y hubo una reconfiguración del tablero de poder. Lo que se planteó de manera diplomática y en privado fue: ¿qué les parece si hacemos una reconfiguración del espacio?

—Bullrich, Valenzuela, Sebastián Pareja, que es el presidente de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires y Daniela Reich hicieron un acto la semana pasada y dijeron que hay que confluir electoralmente. ¿Qué opinás?

—¿Con quién hablaron? No lo hablaron con nadie. A Guillermo Montenegro, el intendente de Mar del Plata, los dirigentes de La Libertad Avanza le votan todo en contra. Primero hay que hablar, nos tenemos que sentar a hablar. ¿Por qué no se debate? ¿Es esta la mejor versión del PRO? ¿Cuándo vas a negociar? ¿En tu mejor momento o en tu peor momento? ¿Estamos en nuestro mejor momento? ¿Vamos a negociar ahora? Entonces, como dice el ABC, dedicate a fortalecer lo nuestro, porque fortaleciendo lo nuestro mejora nuestra posición de conversación. Yo creo que el PRO que podemos ser no se va a hacer si no destruimos una parte de lo que somos. Y para eso hay que crear un grupo de gente que le divierta destruir lo que no funciona para dar paso a lo que puede funcionar. A veces el game changer es alguien que no especula personalmente. Alguien que se inmola. ¿Por qué? Porque los líderes comen al final. Líder no solamente es un candidato. A veces líder es Messi porque hizo el gol, pero otras veces es líder el que sacó la pelota abajo de nuestro arco. ¿Te hizo ganar? No, pero evitó que nos lo hicieran. Si terminás siendo Messi o el defensor, eso lo determina la historia en general. Y si te das cuenta de lo que requiere la jugada, ves que va el 9, va Mbappé. Mirás a la izquierda, mirás a la derecha, mirás para adelante y ves que nadie lo está corriendo. Es Mbappé. ¿Qué vas a hacer? Y en un momento te das cuenta de que tenés que correr. A veces te toca ser Messi y otras veces te toca ser el dos que tenés que correr a Mbappé bajo riesgo de hacer el ridículo.

—¿Qué es lo que más aprendiste en tus ocho años como intendente de Pinamar?

—Ser mejor para volver mejores a los demás. El verdadero líder es el que logra la mejor versión posible de los demás, porque esa mejor versión posible de los demás, en distintos temas, es lo que hace que se resuelvan mejor los problemas. Lo más importante que aprendí es que si vos no trabajás con una visión clara de lo que querés, todos los sistemas tienden al empeoramiento. Uno cuando tiene la responsabilidad de liderar o de gobernar, tiene que llevar adelante una visión que te supere, que nos supere. Que si yo te digo que lo vamos a hacer, vos me mires con cara de ‘eso es imposible’; eso es un desafío que te supere. Como cuando quisimos llevar adelante la reforma del frente marítimo, pasó eso. No había experiencias internacionales con la jerarquía de lo que queríamos hacer. Había cuarenta y seis balnearios de hormigón en Pinamar, de 55.000 metros cuadrados. La playa se estaba cortando, estaba perdiendo ancho de costa. Demolimos todos los balnearios, se reemplazaron por balnearios de madera, construidos sobre pilotes de madera con un proceso de reconstrucción de balnearios. Reconstruimos el médano costero. Reconstruimos el médano; al elevar los balnearios permitimos que el ciclo de la arena se reconstituyera, entonces con eso se reconstruye el ancho costero. Si vos vas a Mar del Tuyú, vas a ver exactamente el paradigma contrario. Hicimos algo que no tiene antecedentes en el mundo. Y cuando yo dije que lo íbamos a hacer, fue tapa de todos los medios nacionales. Nadie me creía. Nadie creía que era posible hacerlo y lo logramos. En el medio, con amenazas de muerte, que me iban a matar con un tiro en la cabeza y otro en el pecho. Con denuncias, con pedido de interpelación del Consejo Deliberante. Y valió la pena porque se reconfiguró Pinamar. 

El verdadero líder es el que logra la mejor versión posible de los demás, porque eso es lo que hace que se resuelvan mejor los problemas. 

Yo nací en el 86, éramos 1.000. Hoy somos 50.000. La ciudad es más atractiva, ¿cómo no vas a poder ir a tomar un café a un balneario? Pero como antes no tenían ventana al mar, ¿por qué ibas a venir en junio a tomar un café en la playa que no tiene vista al mar? Entonces ahora tenés básicamente de miércoles a domingo 18 balnearios abiertos. Y todos los días tenés cuatro o 5 balnearios abiertos, lunes, martes, miércoles. Desde las nueve de la mañana hasta la una de la mañana. Eso para una ciudad tiene un valor. Cuando te toca administrar una marca que conoce todo el mundo, sobre la que todo el mundo tiene una opinión, lo complejo es decir no solamente que la vas a sacar de la crisis, sino que además la vas a reencontrar con su nueva mejor versión. Y eso sin visión no se hace. Y esa visión tiene que ser un desafío que te supere. Que exceda tus capacidades humanas. Porque cuando eso excede tus capacidades humanas y te das cuenta que con vos no alcanza, ¿qué necesitas? Ayuda. ¿De quién? De la gente. De un equipo de laburo que crea que eso es posible.